IN Moments 15·06·2021
Lorenzo Castillo y su gusto estético elevado PORCELANOSA
Este maestro de lo clásico es uno de nuestros decoradores más reconocidos y reconocibles. ¿La fórmula mágica? No existe, es cuestión de experiencia, trabajo duro, rigor, conocimiento e historia.
Referente internacional en alta decoración, Lorenzo Castillo no vive del pasado, por más que sus interiorismos de hace una década sigan más vigentes que nunca. Sabe lo que cuesta entrar en la lista de los mejores interioristas del mundo, pero también el esfuerzo que supone mantenerse en ella. Algo que el diseñador español consigue a base de intuición, experiencia y principios, entre los que destacan, nunca renunciar a su libertad creativa y ser siempre fiel a sí mismo. Una manera audaz de entender el interiorismo con la que ha forjado su estilo auténtico, reconocible y valorado.
P: Para ser un interiorista audaz has tenido que salirte de lo común y arriesgarte sin temer a las dificultades. ¿Cómo se consigue esto?
R: Siendo tú mismo por encima de las dificultades que te encuentras o de los límites que le imponen a tu creatividad. Yo, antes de empezar un trabajo, siempre pido máximo respeto a mi libertad como creador. Después de 25 años de carrera, me siento con pleno derecho a exigirlo.
P: Y sin perder la armonía y el equilibrio en los espacios…
R: Armonía y equilibrio son el fin último de un espacio o de cualquier diseño. Hay que saber medir muy bien las cantidades. Esto es como en la repostería, las dosis tienen que estar muy estudiadas, pero a diferencia de la cocina, carecemos de una medida en gramos. Todo se hace a base de intuición y de mucha experiencia, educando el ojo a lo bello, a lo estético. No hay una fórmula mágica para la obtención de esa armonía.
P: ¿Lograr un estilo perfectamente reconocible es únicamente cuestión de seguridad o también de experiencia?
R: Es cuestión, más bien, de ser fiel a ti mismo y no salirte de ese guion. Con perdón de la expresión, es cuestión de no prostituirte. Así, y sólo así, se consigue un estilo auténtico, reconocible y valorado internacionalmente.
P: ¿La sensibilidad de un interiorista nace o se hace?
R: La sensibilidad nace con uno, pero la educación se hace. Y sin la segunda, la primera no funciona.
P: ¿Es el arte el que aporta el alma a los espacios?
R: El arte, por supuesto, pero también las antigüedades, los libros… Cualquier cosa que refleje el alma de los habitantes de la casa. Pero ojo, que no todo el arte tiene alma, cuidado con esto. ¡Cuántas casas llenas de objetos valiosos y piezas de prestigiosas galerías están deshumanizadas! Hay que escoger muy bien y saber emplazarlas.
P: ¿Qué queda de aquel anticuario que recorría el mundo en furgoneta en busca de obras decorativas?
R: Queda toda una experiencia en el mundo de las artes decorativas que me ha diferenciado frente a mis colegas de profesión. Yo, solo con echar un vistazo a un camión lleno de trastos, te puedo decir lo que es bueno y lo que no. Diferencio lo que tiene un valor económico de lo que únicamente es decorativo. Esta habilidad no es solamente provechosa monetariamente, también es muy divertida de ejercitar.
P: ¿Crees que en la actualidad se introducen piezas antiguas en ambientes contemporáneos de manera correcta o todavía hay interiorismos en los que se capta un gran desequilibrio decorativo?
R: Esta mezcla de lo antiguo y lo moderno lleva décadas haciéndose. Estuvo muy de moda en los 60 y 70, y últimamente aún más. Todo depende de qué piezas se escojan y qué uso se les dé. Hay una manera óptima de hacerlo, cuando el mueble u objeto es “per sé” maravilloso y encaja en el sitio como si la pieza hubiera sido creada para ese rincón. Pero también está la forma equivocada (desde mi punto de vista), que denominaría como el “síndrome estilista”.
Esto es lo que hacen las revistas de decoración –sólo algunas, evidentemente–: ir a buscar piezas de relleno para casas que no tienen ningún interés. Esto se nota mucho, es atrezar por el mero hecho de enriquecer un reportaje fotográfico y, claro, no funciona. Las revistas americanas tienen esta práctica absolutamente prohibida.
P: ¿Qué hay que tener en cuenta a la hora de mezclar muebles de diferentes periodos históricos?
R: Debemos tener muy claro que no todo se puede mezclar. La moda de las mezclas se ha ido un poco de las manos y esto se debe a varios motivos. O bien que han fallado los conceptos de armonía y equilibrio que tanto deben tenerse en cuenta o que ha faltado un criterio estético, riguroso, intelectual e histórico, que nos dé una noción acerca de qué se puede y qué no se debe mezclar. Solo un ejemplo, hay estilos muy marcados, como el Art Déco, que mezclan mal. O los muebles de Alta Época, que son difíciles de encajar en cualquier estilo arquitectónico. Me atrevería a decir que sólo los visualizo en un espacio moderno y desornamentado.
P: Por cierto, ¿cuál es tu favorito y por qué?
R: Me encanta el mueble español del XVI y el XVII, pero solo lo coloco en proyectos muy tranquilos, serenos, con poca información. Me gusta el principio del XVIII, y esto ya empieza a mezclar mejor con el siglo XX. Me gustan el Arts and Crafts y los estilos que imperaron a finales del XIX, con influjo morisco, turco, japonés y chino. Pero ojo, también en pequeñas dosis, no abusemos. Y adoro el siglo XX, su historia y su arte, arquitectura, mobiliario, textiles y alfombras. Cualquiera de sus décadas tiene encanto y combinan fenomenal entre sí. ¿Un ejemplo? La casa de Yves Saint Laurent en la rue Babylone de París.
P: ¿Trabajar con artesanos implica mucho trabajo de diseño previo?
R: Por supuesto, implica mucho tiempo empleado en reuniones y más reuniones, pero me encanta trabajar con ellos en equipo. Yo les hago mis dibujos explicando cómo lo quiero, con cada detalle estético y constructivo, y ellos me corrigen, aportan y, a menudo, se ríen con mis disparatadas ideas. Siempre rizando el rizo.
P: ¿Qué hay que hacer para que una decoración como la del Santo Mauro siga tan vigente hoy en día?
R: El hotel Santo Mauro es un ejemplo de decoración intemporal, es un clásico renovado totalmente alejado de las modas y tendencias imperantes allá por 2010. Me inspiré en la tradición (en su más amplio sentido) y no en lo que se llevaba aquel año. Es por ello que diez años después sigue igual de fresco y vigente.
P: Una tendencia que nunca pasa de moda…
R: El estilo clásico, pero el de verdad, más o menos adaptado a su tiempo y no como una recreación de un interior dieciochesco. Cuando hablo de clásico me refiero a aquel que tiene sus raíces en los tratados de arquitectura del Renacimiento, basados estos, a su vez, en unos códigos y lenguajes de la tradición clasicista grecorromana.
P: Un color fetiche…
R: Soy un loco de los colores. Esto para mí es muy difícil de contestar, pero me atrevería a decir que un toque de azul siempre debe existir en cualquier interior. Es símbolo de pureza, frescor y juventud.
P: Un proyecto que recuerdes con mucho cariño…
R: Mi casa de la calle Magdalena (Madrid), que fue fotografiada por Mario Testino para Vogue UK y luego por Simon Upton para Elle Decor USA. Fue mi llave de entrada en el A-List, ese reducido grupo de interioristas escogidos por las revistas especializadas como los mejores del mundo.
P: Y el que haya sido un auténtico desafío…
R: Un desafío es siempre el proyecto que estás comenzando en cada momento, pues hasta que no está terminado tu creatividad está en entredicho, puesta a prueba. Pero si echo la vista atrás, quizás el Palacio de Villagonzalo, único y mejor ejemplo de interior dieciochesco conservado en Madrid en manos privadas. Tuve que reconvertir sus espacios para usos financieros, lo que ha supuesto un auténtico reto durante cinco años.
P: Uno de tus últimos proyectos ha sido el hotel Cristine Bedfor Mahón, ¿cómo definirías su interiorismo?
R: El hotel Cristine Bedford nace de una relación de profunda amistad con sus socios. Cristina Lozano ha sido una de mis más fieles clientes, ya que hice tres de sus casas, y Daniel Entrecanales era mi compañero de colegio desde los cuatro años. Todo esto se ve en el resultado final, debido a la dedicación y al amor puestos en este proyecto. No se repite una sola tela o mueble en sus 30 habitaciones, dando la sensación de que estás convidado en casa de unos amigos.
P: También has vuelto a colaborar con Gastón y Daniela para crear una nueva colección de telas…
R: Hace ya ocho años que se gestó la relación de amor con Gastón y Daniela y, dado el éxito que tuvo desde el principio, poco después Jaime Wakonigg, presidente de la firma, decidió que mi nombre se consolidara como una marca con entidad propia, como una marca de alta decoración independiente. Ha tenido un enorme éxito, sobre todo en el mercado americano, y de la siguiente colección (que sale en septiembre) sólo puedo decir que nos hemos superado, con una riqueza de estampados, referencias estéticas y artísticas al mundo inglés, oriental, francés o indio, y un lujo de coloridos con un resultado único.
P: ¿En qué proyectos estás inmerso ahora mismo?
R: Ahora mismo estamos haciendo varias casas particulares, como un palacete en Bruselas o una casa de verano en Punta Cana, así como varias casas por España. También un hotel en un palacio del XIX en Oporto para la cadena Room Mate, varios salones y villas de verano en Finca Cortesín, la nueva tienda de Ecoalf en Madrid, un barco en Hong Kong y, lo más ilusionante, una casa en Asturias, en Onís, en un precioso edificio neogótico del siglo XIX.
P: ¿Cómo gestionas aparecer siempre en las listas de los mejores interioristas del mundo, según las publicaciones especializadas?
R: Aparecer en esas listas supone un reto, pero es aún más complicado conseguir mantenerse en ellas, continuar haciendo méritos para que no te saquen de ellas, con un nivel de trabajo altísimo y una agotadora frecuencia de publicaciones. Como te relajes un poco, te borran de las listas de un plumazo. Sin contemplaciones (se ríe).
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