IN Moments 08·02·2021
Casa Josephine o el arte del interiorismo PORCELANOSA
Cultos y sin pretensiones, armoniosos y en constante evolución, artísticos y con un lenguaje decorativo pendiente del contexto. Así son los ambientes creados por este estudio de diseño y arquitectura de interiores que sabe escuchar y respetar el espíritu de los espacios.
Nunca unas ideas tan modestas dieron un resultado tan espectacular. No sabemos si cuando Pablo López Navarro e Íñigo Aragón abrieron en 2008 Casa Josephine, una casa-hotel en el pueblo riojano de Sorzano, llegaron a imaginarse que acabarían siendo invitados por ARCO para intervenir dos de sus salas oficiales durante las ediciones de 2019 y 2020. De lo que sí estamos seguros es de que el secreto de su exitosa y reconocida manera de diseñar, tal y como confiesa Pablo, radica en la libertad de ideas como punto de partida, en no ponerse límites a la hora de trabajar.
Tal fue el impacto provocado por la rehabilitación de dicha casona familiar de La Rioja de finales del XIX –reconvertida en alojamiento turístico con poco presupuesto y una estética vernácula exquisita– que pronto empezaron a recibir encargos para proyectos de decoración, por lo que gradualmente se fueron profesionalizando hasta convertirse oficialmente en 2014 en el estudio de diseño y arquitectura de interiores Casa Josephine.

Hoy en día, Pablo e Íñigo, formados en Historia del Arte, Diseño de Moda y Fotografía, cuentan con un showroom en pleno Rastro de Madrid en el que venden (también lo hacen por internet) piezas de diseño del siglo XX, anónimas o de autor, en su mayoría francesas, italianas o españolas. Y tienen en marcha cuatro proyectos de arquitectura e interiorismo en distintas fases de ejecución, por lo que “estamos trabajando con la sensación de tener cuatro cerebros distintos”, reconoce Pablo, quien nos habla sobre el pasado, el presente y el futuro de un estudio que nos tiene acostumbrados a convertir el interiorismo en arte.
Pregunta: La sofisticación de lo rural parecía una entelequia hace no tantos años… Casa Josephine fue pionera en conseguir ambientes “cool” en un entorno de pueblo. ¿Creéis que esto ya ha cambiado o queda mucho por hacer?
Respuesta: Ha cambiado mucho la manera de mirar a lo rural en todos los aspectos. En lo estético hay una inercia a identificar el pueblo con un pasado únicamente agrario o ganadero, o con una visión romántica o paternalista del trabajo manual y el apego a la tierra que no tienen que ver con la realidad de la historia de la España rural. Cuando reformamos la casa en La Rioja hace 13 años, seguimos unas líneas estéticas muy realistas: era una casa sencilla y relajada de veraneo.

P: ¿Se diseña de manera diferente un espacio para ARCO que para un pueblo de La Rioja?
R: En cuanto a la libertad de ideas en el punto de partida no hay mucha diferencia porque empezamos a trabajar sin límites en todos los proyectos para luego adaptarnos a otras cuestiones más prácticas, como el presupuesto, el uso o la durabilidad de los materiales. En el ejemplo concreto de nuestro diseño para dos salas oficiales de ARCO y para una casa en un pueblo de La Rioja, los dos tienen en común que el contexto determinó el lenguaje. En el caso de La Rioja, el contexto era la tradición decorativa de la zona, que quisimos respetar, y en el de ARCO, una feria contemporánea con miles de estímulos visuales agotadores, para el que creamos espacios muy homogéneos, cerrados en sí mismo, de descanso, orden y paz. En un caso incorporamos el contexto al diseño, y en otro lo refutamos, pero en ambos lo tuvimos en cuenta como idea central de nuestra propuesta.

P: Nunca estáis quietos, porque no hace mucho volvisteis a redecorar la Casa Josephine de La Rioja.
R: Así es. Había que hacerlo y eliminar todo lo romántico, lo francés, lo vernáculo y lo vintage, manteniendo un tono general relajado y sin olvidar que es una casa sin pretensiones.
P: ¿Qué es lo que actualizasteis?
R: Colaboramos con la artista Elvira Solana, a la que encargamos una serie de pinturas murales inspiradas en la casa y con una gama cromática nueva, con toques de color negro y más tonos ocres, que continuamos en la nueva decoración. También construimos nuevos muebles de obra y trajimos piezas de diseño de los años 70.
P: ¿Cómo se consigue integrar una pieza antigua en un espacio del siglo XXI?
R: Cuando hay un contraste de épocas grande, nosotros buscamos los puntos de contacto entre la pieza y el espacio porque nos gusta que el resultado sea armónico, pero es una preferencia personal, porque otros decoradores prefieren hacer mezclas disonantes. Nosotros intentamos lograr sintonía o lógica con el color, los materiales o las formas, pero también con la calidad. Las piezas con buen diseño y buenos materiales se integran mejor en cualquier espacio, sean de la época que sean.

P: ¿La artesanía y las piezas de autor son fundamentales en vuestros proyectos?
R: El trabajo manual y la idea de autoría en las piezas aportan una calidad diferente a los proyectos. En cuanto a la artesanía, el textil nos encanta en casi todas sus formas.
P: ¿Tenéis materiales favoritos?
R: Habríamos contestado afirmativamente que sí a esta pregunta hace unos años, cuando habíamos trabajado poco y tomábamos nuestra inexperiencia por una preferencia, pero ya no es así. En general no usamos muchos materiales hipertecnológicos o de aspecto futurista, pero no estamos cerrados en principio a nada.
P: El color es vuestro aliado. ¿Tenéis alguna preferencia?
R: Ninguna preferencia. Cada proyecto –y su momento– pide una gama de color. Tomamos el estudio y el uso del color muy en serio, como un elemento que debe funcionar en tres dimensiones y tener sentido profundo. Puede crear armonía, crear recorridos, definir zonas, iluminar, dirigir la atención…
P: Jugar con las paredes parece justamente eso, un juego para vosotros. Así se percibe, por ejemplo, en el apartamento que proyectasteis en La Latina (Madrid).
R: En ese proyecto hay un uso más lúdico del color, es cierto, porque se trataba de una decoración más o menos efímera y había que buscar el efecto y la fotogenia, pero no es un recurso con el que nos identifiquemos como constante de nuestro pensamiento o nuestro estilo.

P: Color y geometría encontramos también en los proyectos madrileños de la Galería y la Agencia. ¿Es una seña de identidad?
R: Color y geometría están siempre en la base de nuestro pensamiento al diseñar, pero ha pasado el momento de utilizarlos como en esos proyectos, que ya tienen unos años. En los proyectos que estamos haciendo ahora no hay definición de geometría por masas de color ni formas geométricas visibles, pero sí hay un uso atmosférico del color y una geometría en el orden de los espacios.

P: ¿Respetar elementos originales del espacio es una norma para vosotros? ¿Creéis que hay que enseñar a la gente a mirar al pasado con ojos renovados?
R: Diseñar un espacio respetando (en la medida de lo posible) lo que ya existe es un punto de partida que nos gusta, por lo que significa de apreciación por el trabajo de otros y de reciclaje de un esfuerzo ya hecho. También nos interesa porque el respeto al contexto da resultados más auténticos, más justificados. No creemos en la decoración como una capa superficial que se pueda adherir a cualquier espacio, y si hay elementos que merezca la pena respetar en un espacio que vamos a intervenir, intentamos hacerlo porque del contexto emana un lenguaje o un estilo. Nos gusta la teoría de que los lugares tienen un espíritu, un “genius loci” al que hay que escuchar.
P: ¿Es fundamental que el cliente se vea reflejado en su casa o que su casa refleje la persona que es?
R: Escuchamos a los clientes y usamos esa información para diseñar. La casa es, sin duda, reflejo de quien la habita, pero un interiorista puede ayudar a que el espacio hable solo de las partes buenas de la personalidad del cliente. En ese sentido, una casa bien diseñada a medida tiene un efecto casi de recordatorio de lo que se puede llegar a ser, como explica muy bien Alain de Botton cuando dice que “los materiales que nos rodean nos hablarán de las más altas esperanzas que albergamos para nosotros” y que “la arquitectura doméstica puede, en la misma medida que una mezquita o una capilla, ayudarnos a conmemorar nuestro yo genuino”.
P: Como en el apartamento de Atocha de la ilustradora Silja Goetz…
R: El caso de Silja Goetz es un ejemplo de esa proyección. Ella nos dijo que su casa anterior reflejaba una versión de sí misma (improvisada, casual, provisional) que ya no existía. Quería verse en un entorno que hubiera evolucionado como ella en lo social, en lo estético y en sus aspiraciones, en una casa burguesa e inteligente, centrada y familiar.
P: En Casa Alamillo conseguisteis integrar el diseño culto de la Italia de los años 80 en unas dependencias de un convento del siglo XVIII. ¿Cómo se consigue algo así?
R: Se había hecho ya, así que en realidad nosotros continuamos una tradición. En los años setenta/ochenta se restauraron edificios históricos en Italia siguiendo un criterio muy respetuoso, austero y puro, con resultados visualmente maravillosos, que sirvieron como “sets” para presentaciones de muebles de diseño ultramoderno. Como ya se había visto, en cierta manera era un contraste que ya podía formar parte de la memoria colectiva, y tenía sentido en ese caso porque el espacio es una residencia conventual del siglo XVIII pero restaurada en los años ochenta. El diálogo entre épocas funcionó bien en este caso.

P: ¿En qué proyectos estáis trabajando en la actualidad?
R: Estamos reformando un apartamento en Madrid para una chica joven con la que hemos acordado un lenguaje moderno e industrial, de loft de acero inoxidable y espejos que están completamente fuera de la tendencia (y que precisamente por eso nos interesa), una mansión de finales del siglo XIX en Ginebra para una familia de la alta burguesía, donde nos medimos con el lenguaje de un lujo contenido y equilibrado (también nuevo para nosotros), y un apartamento de una presentadora de televisión de Pekín, aún en fase de definición.
P: El cuarto proyecto que Casa Josephine tiene entre manos es una casa que estáis rehabilitando de nuevo como negocio propio…
R: Es el más avanzado: un alojamiento en un pueblo al lado del Palacio de Riofrío, en Segovia. Elegimos el sitio pensando en una escapada o un retiro a menos de una hora de Madrid, y también porque el paisaje, a los pies de la montaña y en una zona por donde pasaba la Cañada Real, es maravilloso y está protegido. En cuanto a decisiones de estilo, ha sido un trabajo agotador porque queríamos alejarnos de ese lenguaje rural y vernáculo de cerámica tosca, paja y terracota mate del que nos hemos cansado ya porque está en todas partes, pero al mismo tiempo queríamos crear un proyecto con criterio, sentido y respeto al contexto.

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