IN Moments 10·12·2019
Carlos Lamela: “La eficacia se alcanza cuando un equipo actúa al unísono” PORCELANOSA
El Estudio Lamela tiene sesenta y cinco años. Lo creó Antonio Lamela y desde su muerte en el 2017, le ha dado continuidad su hijo, Carlos Lamela.
Antonio Lamela (1926-2017) está considerado por la profesión como un arquitecto eminente, con una parte comercial ineludible y, a la vez, siempre audaz y dispuesto en todo momento a encontrar soluciones distintas a los problemas. Antonio Lamela creó escuela y su pupilo más aventajado fue, sin duda, su hijo.
Desde su etapa de estudiante, Carlos Lamela acompañaba a su padre en sus viajes por el mundo en pos de innovaciones y nuevas oportunidades. Buscaban nuevos materiales, nuevas formas, soluciones tecnológicas avanzadas. Primero las implantaba en su propio estudio de la calle O’Donnell, su laboratorio de operaciones en Madrid, que se convirtió en un ejemplo de experimentación.
Nos encontramos con Carlos Lamela en el vanguardista nuevo Estudio Lamela, situado en la avenida del Arroyo del Santo. Es un hombre pausado, elegante y pulcro, muy afable y alegre. A primera vista sorprende el orden y el color blanco omnipresente en todos los espacios de la oficina, aquí es donde continua el legado del trabajo de arquitectura que le dejó su padre.
En primer lugar, nos muestra entusiasmado una foto antigua del primer estudio de la calle O’Donnell, en el que todo el equipo de arquitectos lleva puesta una bata blanca, un signo futurista que impuso su padre y que le gusta destacar en la conversación que mantenemos sobre la historia del estudio, su evolución en la crisis, su visión personal y su pronóstico del futuro de la profesión y de la humanidad.
P: Después de la obra emblemática del aeropuerto de Madrid, acabado en el 2016, ¿cómo define la evolución de los proyectos que han ido desarrollando desde ese momento y en toda la crisis sufrida por la profesión de la arquitectura?
R: Siempre hablo en términos de equipo, un buen equipo es la unidad central de nuestro estudio. Antes de la crisis éramos unos ciento treinta arquitectos, nos quedamos en treinta y ahora estamos ya en una cifra de casi cien personas. Una crisis no tiene por qué ser negativa, tiene un componente de reordenación, quizá de limpieza. La eficacia se alcanza cuando ese equipo está bien engrasado y actúa al unísono, es importante conseguir el equilibrio.
La crisis ha sido muy dura en España, pero ha ayudado a que se den cambios de sistemas que estaban enquistados, el modelo ha cambiado y todos hemos tenido que evolucionar. Muchos colegas de profesión han emigrado, se han refugiado en la enseñanza, se han reciclado o han abandonado la profesión.
P: Su tabla de salvación fue la internacionalización, ¿qué valores son los que le llevaron a impulsar su trabajo en otros países?
R: Nosotros optamos por salir de nuestras fronteras. Yo aprendí de mi padre. Él con un inglés pobre y sin las comunicaciones de hoy en día, fue capaz de construir en varios países en los años 70.
En nuestro caso hemos sido arrojados, nos volvimos flexibles, ágiles y adaptables a las circunstancias, abrimos estudios y después los cerramos en Oriente Próximo, Guinea Ecuatorial o Shanghái, cada caso fue distinto y nos enfrentamos a cada adversidad con positividad y creatividad. Cuando las oportunidades decrecían, nos retirábamos. Somos realistas, no nos anclamos bajo cualquier circunstancia. En este momento tenemos oficinas en México, Róterdam, Polonia y Madrid.
P: ¿Es la innovación un motor en sí mismo cuando están diseñando un proyecto?
R: Para nosotros es muy importante la gestión de los recursos, podemos ser muy creativos, pero hay que cumplir unos objetivos y ser rentables. Somos esencialmente realistas, aunque también le damos rienda suelta a ciertas experimentaciones, de alguna manera huimos de la rigidez y nos dejamos llevar por una visión poliédrica de la arquitectura. Para esto ayuda mucho la innovación de empresas como Grupo Porcelanosa, hay que apoyar a estas empresas porque investigan y aportan resultados de la máxima calidad.
Mi padre fue un hombre innovador, por ejemplo, le fascinó Japón, su pulcritud, su orden y su forma de estructurar las ideas y el trabajo, él introdujo muchas de estas ideas en España en una época muy complicada. En este momento, nuestro equipo es curioso y busca la novedad y, a la vez, somos un estudio muy racional, con los pies en el suelo.
P: ¿Cómo observa el futuro de la arquitectura?
R: Como he comentado, siempre desde el optimismo operativo. Creo en el ser humano, siempre hemos sabido salir de las dificultades, aunque se haya tardado años. No creo en la línea de pensamiento que se cierra en la exaltación de que cualquier fórmula pasada fue mejor.
En España aún tenemos mucho que aprender y asimilar, queremos hacer todo con pocos medios, necesitamos tener una conciencia clara de inversión a medio y largo plazo, existe cierta cicatería y falta de cultura y sensibilidad, el “pelotazo” ha hecho mucho daño, las corrupciones mayores o menores, lo que se consigue fácil y sin esfuerzo y que no cueste recursos es imposible y deleznable.
De todas formas, el futuro va a ser muy bueno, soy un entusiasta de mi profesión y de mi colectivo, creo en las nuevas generaciones y en una nueva forma de pensar, de ser y de comunicarse que nos hará vivir con autenticidad y compromiso.
Fotografía retratos: Alex del Río
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