IN Moments 07·03·2019
Arata Isozaki, ganador del Premio Pritzker 2019 por su “contribución a la humanidad a través del arte de la arquitectura” PORCELANOSA
Reconocido por trascender más allá de los estilos y ejercer una conexión casi alegórica entre Oriente y Occidente a través de la arquitectura, Isozaki destaca por sus proyectos en cuatro continentes, como El Palau Sant Jordi de Barcelona o el Museo de Arte Moderno de los Ángeles.
El “vacío de la arquitectura” del Japón de la posguerra forjó los inicios de su carrera, basada en construir cada proyecto por sí mismo, para las personas y su entorno.
Con 87 años, Arata Isozaki (Oita, 1931) es el ganador del Premio Pritzker 2019. Máximo reconocimiento mundial en materia de arquitectura concedido por la Fundación Hyatt, Isozaki recibe este galardón en la recta final de su carrera, tras más de 60 años en activo y un centenar de proyectos.
Arquitecto, urbanista y teórico, Isozaki ha sido laureado por el Jurado de la 49ª edición de los Pritzker por sus “consistentes y significativas contribuciones a la humanidad a través del arte de la arquitectura”. Dicen de su obra que “supera el marco de la arquitectura para plantear cuestiones que trascienden eras y fronteras”, y que es capaz de desafiar “la categorización” mediante proyectos y estructuras que se “mantienen contemporáneas desde su enfoque”.
Audaz ante el boceto en blanco

Nacido en Oita, isla de Kyushu, Japón, este arquitecto es reconocido como versátil, influyente e internacional. Tras estudiar arquitectura en la Universidad de Tokio y fundar su propio estudio, Arata Isozaki & Associates en 1963, toma a Kenzo Tange (Pritzker en 1987) como su mentor, con quien sentó las bases del metabolismo japonés. Isozaki siempre se ha enfrentado a su labor como arquitecto “con un profundo compromiso con el arte y el espacio” y con una “precisión y destreza” demostradas en “las técnicas de construcción, en la interpretación de la ubicación y el contexto y en la intencionalidad de los detalles”, señala el Jurado en los Pritzker.
Si bien hay influencia del metabolismo y el brutalismo en la obra de Isozaki, el arquitecto nipón es conocido por no haber tratado nunca de afirmarse en un solo estilo. Su aspiración en cada obra es intentar integrar su arquitectura en su lugar de origen.
“Para muchos, estilo es sinónimo de estatus; para mí tener estilo significa haber renunciado a las demás posibilidades”, asegura Isozaki en una entrevista.
El dominio de diferentes disciplinas, como la filosofía, la teoría, la historia y la cultura marcan la evolución de su arquitectura significativa. Un estilo carente de estilo que empezó a forjarse en el Japón de la posguerra.

Identidad nacida en la posguerra
Arata Isozaki tenía 12 años cuando las bombas atómicas dejaron Hiroshima y Nagasaki reducidas a cenizas. Ese “vacío de la arquitectura” le hizo
plantearse “cómo la gente podría reconstruir sus hogares y sus ciudades”. La problemática de su país y la influencia cultural estadounidense por la
ocupación tras la guerra, esbozaron la identidad de un joven arquitecto que quería establecer conexiones alrededor del mundo. Fue un pionero a la hora de iniciar contactos e intercambios con otros profesionales, e incluso antecedió a Kenzo Tange a la hora de construir en el extranjero.
Tras descubrir su vocación como arquitecto, Arata Isozaki ayudó en la reconstrucción de su país tras la II Guerra Mundial.
Gracias a esa actitud cosmopolita y sed de movimiento, las obras de Isozaki han sido reconocidas como hetereogéneas, siendo el primer arquitecto japonés en la constitución de una “relación profunda y duradera entre Oriente y Occidente”, asegura el Jurado de los Pritzker.
Si bien el proyecto de biblioteca en su ciudad natal en 1966 constituye una de sus obras magnas, destaca su reconocido trabajo internacional en proyectos como el Museo de Arte Contemporáneo de los Ángeles, MOCA, (1986); o el edificio del Team Disney en Florida (1991). Mientras el primero es un estudio de la bóveda, “la retórica del cilindro” acuñada así por Isozaki, el segundo muestra un uso más lúdico de las formas con un toque posmoderno.
Otro de sus proyectos emblemáticos es el Palau Sant Jordi de Barcelona. Un pabellón cubierto, diseñado para los Juegos Olímpicos en 1992, cuya inauguración tuvo lugar dos años antes.

Pensar más a partir de la manera de construir que a partir de la esperada forma final del edificio es una característica de los mejores trabajos de Arata Isozaki.
Tras más de cinco décadas de trabajo y un centenar de edificios construidos, la obra de Isozaki ha tenido un gran impacto en el mundo de la arquitectura. Su enfoque futurista global y pasión por la aportación de ideas a cada nuevo proyecto, le han llevado a conseguir esta distinción a los 87 años de edad. Es el octavo japonés en lograr el galardón.
Isozaki recibirá el Premio Pritzker 2019 en una ceremonia celebrada en mayo en París. En sus manos recibirá el célebre medallón de bronce grabado con los tres principios fundamentales de la arquitectura de Vitruvio: Firmitas, Utilitas, Venustas (firmeza, belleza y utilidad).
Galería
Fuente: Pritzker Awards